lunes, 8 de abril de 2013

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Ser socialmente antisocial

La libertad inherente al ser humano como ente complejo, le concede capacidad de tomar decisiones por sí mismo; aunque también en variadas circunstancias es motivado por el engranaje inexplicable e inflexible de la causalidad, suscitándose una dicotomía de amplio espectro entre los factores externos, que inciden en sus decisiones y su propia interioridad que lo presentan como dueño de su propia conducta.

Según los indeterministas, la conducta es regida por el interior del sujeto a pesar de las múltiples fuerzas exógenas actuantes sobre éste, sintiéndose en plena libertad en la toma de decisiones, con la consecuente responsabilidad de lo actuado. Una educación sustentada en valores y normas, fortalecen el interior del individuo en dicha libertad de decisión, lo que implica repelencia hacia conductas antisociales, permitiéndole la resistencia en ambientes nocivos, que lo podrían influenciar fuertemente a convertirse en un “ser-antisocial”, es decir, desarrolla la capacidad racional de su propia conciencia en el ámbito de actuación con personalidades de fuerza dominante y posesiva.
El hombre que se muestra como dueño de su voluntad, es “resiliente conductual”, no permite que factores de la convivencia social determinen su proceder, con relación a la comisión de conductas antisociales, ni la pobreza, ni la extrema necesidad lo doblegan, mantiene firmes sus convicciones aunque su vida este en riesgo. Aquí cabe hacer énfasis en la pobreza como factor justificante en la detonación de conductas antisociales, por sí sola la pobreza no produce al “ser-antisocial”, pero si propicia circunstancias que vuelven vulnerable al sujeto, al carecer de una adecuada educación basada en normas y valores, originadas por su marginalidad, estos aspectos que lo envuelven en un bajo nivel cultural, es lo que verdaderamente da origen al “ser-antisocial” –no la pobreza en sí-. La pobreza es sólo un pretexto de individuos carentes de carácter resiliente, que permita su permeabilidad en la toma de decisiones ante conductas antisociales.
El individuo que desarrolla habitualmente la libertad de decidir, tiene clara conciencia de sí con relación al mundo en el que sitúa, lo que le permite conocerse a sí mismo y saber de sus limitantes, conforme a sus convicciones axiomáticas.
En contraste los deterministas, consideran que el ser humano no es capaz de resistirse a la fuerza universal de la causalidad, así tenemos que la conducta del “ser-antisocial” obedece a una gama de factores de los que no es posible escapar. Una complejidad de factores heterogéneos dan origen en la psique del sujeto y la motivación de sus acciones, lo que nos conduce a la reflexión de que de manera tajante la influencia del entorno social, contiene una carga importante de motivaciones en la toma de decisiones, lo cual no es posible evadir, pues es producto directo de dicho entorno palpable en el “ser-antisocial”, lo que se puede demostrar analizando la individualidad biográfica del sujeto.
Para estar en posibilidad de la prognosis en la proliferación del “ser-antisocial”, se deberá realizar el análisis de los factores que pudiesen intervenir en la determinación de cierta conducta, para poder diagnosticar y pronosticar, la forma en que se comportará el sujeto, considerándose así que la conducta es producto de la determinación encausada por una compleja red de factores que se ordenan y reordenan para que ocurra determinada conducta.
La vida pondrá al sujeto en un cumulo de circunstancias en las que tendrá que decidir. En el hombre siempre habrá la posibilidad de formular sus decisiones, conforme a opciones en las que las propias causas de la vida le sujeten. En consonancia con Luis Recasens Siches, el albedrío no es una cosa que se tenga o no se tenga, pues el hombre en sí mismo es albedrío, lo que le permite optar en su conducta en relación con diversas circunstancias en las que se encuentre sometido, las causas lo pondrán en determinado punto de divergencia, pero sólo el hombre decide cual de las opciones debe seguir de acuerdo con su interioridad psíquica. La diversidad de coyunturas que depara el entorno, siempre otorgarán la posibilidad de que el hombre se convierta en un aliado social o en un “ser-antisocial”, estableciéndose así una constante dualidad.
Vale señalar, que cuando una persona comete un acto antisocial, en el que la voluntad del agente activo se encuentra ausente y sin la prevalencia de dolo para cometerlo, -tal como pudiera ocurrir en un accidente de tránsito-, no podremos considerarle “ser-antisocial” a quién lo produzca, pues la ausencia de dolo en la conducta lo sitúa en otro nivel de comportamiento.
Así pues el “ser-antisocial”, tienen conciencia de la volición y nolición de sus actos, sin que esto implique la negación de la existencia de otras personalidades que cometen conductas antisociales, como pueden ser los enfermos mentales y los que padecen problemas orgánico-cerebrales, además de los que –como ya se dijo- actúan sin dolo. Aunque esto no los libere de la culpabilidad y responsabilidad jurídica, salvo excepciones que requieren análisis y tratamiento de ciertas personalidades de comportamientos especialmente complejos.